Durante 3 años tuve el honor de estar asociado con un buen amigo en un proyecto editorial llamado Editorial Vandalay en el que publicamos libros de diferentes tipos, sobre todo literarios de autores de Chicago, Mexicali, Tijuana, Culiacán, etc. Los libros los vendíamos a lo largo de todo el país y por mas que investigué no había ninguna ley que me dictara el que tuviera que enviar ejemplares físicos de nuestra producción a alguna Biblioteca Central en nuestro país, a diferencia de Estados Unidos que guarda celosamente en la Library of Congress copias de los libros que son publicados o importados al país. Algún día conoceré ese paraíso junto con la British Library con sus 14 millones de ejemplares y donde Mario Vargas Llosa pasa sus mañanas leyendo el periódico y escribiendo las mejores novelas del mundo. Pero ¿Que pasa con el contenido digital? Pues en Estados Unidos hay un grupo de especialistas que deciden que es lo que vale la pena conservar y se guarda para siempre ese contenido en los servidores propios donde puede ser consultado junto con los libros físicos por los usuarios. Es un caso similar en la Deutsche National Bibliothek que recién comenzó su programa de acopio de materiales digitales y como es un organismo federal pues si algún blogger falla en enviarles copia de lo escrito, en teoría, puede incurrir hasta en €1,000 de multa y eso no ha dejado contento a ningún blogger de habla alemana. Sin embargo y gracias a las protestas de ellos se está buscando la manera de que el acopio de materiales sea de manera automática y selectiva como ocurre en Estados Unidos, aunque hay que reconocer que parte del enojo es porque si la Biblioteca Alemana pone a disposición de sus usuarios su contenido estos podrían utilizarlo de cualquier forma: imprimiéndolo o copiándolo lo que ha molestado a mas de uno. Es un caso que está en desarrollo pero que seguiremos con mucho celo.